Laurie Anderson es para mí un fuerte recuerdo de la infancia, aumentado por la imaginación del que es niño hasta el punto que, de un extraño modo, es como si fuera una amiga de tus padres que te visitaba de vez en cuando. No porque me hicieran tragármela todos los días, pero a los tres o cuatro años mis progenitores me dieron un walkman y entre las cintas que tenía para escuchar (no sé hasta qué punto escogidas a conciencia por ellos) tenía el Big Science de Laurie, con lo que en cierta manera me educaron sus historias; no con las palabras y el significado, evidentemente, pero sí con su cálida y avispada voz. Es lo que tiene el descubrir música que te fascina cuando eres tan pequeño; luego Laurie Anderson es para siempre como la profesora a la que tenías más cariño porque te hacía sentir especial, Nina Hagen es como la tía lejana y loca con la que te tronchas y con Siouxsie te une una complicidad que te hace conocedor de que no es tan malvada.
En este interesantísimo artículo que incluye varias declaraciones de la propia Anderson, Jose Luís Abel echa la vista atrás para dar un repaso a sus hazañas hasta entonces, aprovechando que nos volvía a visitar en directo con el espectáculo Empty Places, presentando su último disco hasta la fecha, Strange Angels. No hace falta que ahonde más en la excelencia de sus obras, basta con darle un vistazo a estas páginas.
Esta semana seguimos promocionando El Tejado del Diablo, nuevo blog que está recogiendo por entregas una biografía de incontables páginas en castellano sobre Throwing Muses y Kristin Hersh, complementada con varios documentos gráficos y de audio. Seguidores y curiosos, no os lo perdáis.
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