Duh, no debería haberlo hecho. Me he puesto West of Rome mientras revisaba esta entrevista que le hizo Víctor Malsonando a Vic Chesnutt la primera vez que visitó España para tocar en directo y sin quererlo se me humedecen los ojos. Es curioso e irónico, porque cuando Vic murió el día de Navidad del año pasado hacía quizás un mes que había empezado a profundizar en su música, y aún así cada vez que le oigo ahora tengo una sensación de pérdida que no siento con ningún otro artista del cual admire su trabajo y haya fallecido. Lo de Vic me duele de verdad, cada vez que le escucho. Me acuerdo de esa mañana en la que me levanté con la noticia de que no había superado la noche en el hospital, y cómo le escuché aún mudo en un autobús que tenía que coger el día siguiente. Su voz es la voz masculina que puede desintegrarme más fácilmente. Miento; es la única. Lástima que llamara a mi puerta tan tarde.
Lo dejo, no puedo hacer justicia a lo que me gustaría decir sobre él. Malsonando le conoció en Madrid acompañado de su mujer Tina, cansado de la actuación de la noche anterior pero dicharachero y haciendo gala de su autoparódico sarcasmo como siempre. Se acababa de publicar el disco Is the Actor Happy?.
Dejo el enlace a un pequeño texto que escribí en Picadura de Abeja el día después de su muerte, aprovechando que colgaba un escalofriante concierto de la gira que hizo conjuntamente con Kristin Hersh el año 2000. El artículo, a su vez, tiene un enlace a la reseña que hice de su disco At the Cut semanas antes de que falleciese.
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